30 de abril de 2013

Cheetos y Matutano

Frustración…
Una terrible y dolorosa frustración es lo que siento cada vez que me apetece comer “guarrerías”. Entendámoslas como esos productos poco sanos y con un muy escaso valor nutritivo con un sabor muy fuerte y característico, llenos a reventar de edulcorantes y colorantes que por lo general suelen venir en bolsas engañosas llenas de aire donde casi de forma casual ha ido a parar una patata, un gusanito o cualquiera de sus variantes, españolas, claro está, porque aquí en Alemania  en lo que a variedad se refiere deja mucho que desear.
Si vas a cualquier supermercado, en la sección de “guarrerías” podrás encontrar, por supuesto, todo tipo de patatas fritas, en todas las formas y sabores conocidos e incluso también en los aún inexplorados. Las Kartoffeln no pueden faltar nunca jamás.
A su lado está instalado el área del chocolate, que quien dice al lado, dice en frente, pero eso sí, la variedad de chocolates que hay le hace una buena competencia a las patatas, de hecho, hay tantos tipos que hasta Willy Wonka se sentiría perdido y sin saber muy bien que coger. Nutella y Kinder son los reyes del chocolate en Alemania. Aunque es que se lo han ganado a pulso, crean una adición tan grande que por un momento llegas a olvidarte de que lo que tú querías era otra cosa.
Por allí cerca andarán las galletas, por supuesto muchas con chocolate, de galletas no puedo decir nada, hay suficiente variedad como para pasarte un rato decidiendo a cual de ellas vas a secuestrar.
Los frutos secos también andan por los alrededores, es aquí donde la cosa empieza a perder fuelle, hay panchitos, cacahuetes, una mezcla de todo y algunas cosas más. Pero no mucho más.
Después encontramos las chucherías, que suelen empezar y en muchos casos acabar, con Haribo ¡¡Haribo macht Kinder froh und Erwachsene ebenso!! 


En su defensa diré que se pueden comprar cajas a reventar de gominolas de todos los sabores, y por lo general, no suele ser muy caro. Una perdición, pues la tienes ahí en la estantería y te los ositos te llaman desde dentro, que digo llamarte, te gritan para que te acerques, abras la tapa para preguntar que quieren y ya estás perdido…


Con esto acabamos de enumerar todo lo que hay en esta sección. Pero claro, tú te quedas con una interrogación en la cabeza, y te preguntas que donde han metido el resto. Así que das vueltas por el supermercado buscando los Cheetos. Cuatro rondas más tardes ves en una estantería las Pringles. Si eso está ahí, los Bocabits no pueden estar muy lejos!! Piensas con esperanza… aaaa…  iluso de ti, pues ¿qué son, en esencia, las Pringles? Patatas, por supuesto, y ¿dónde van las patatas? En el primer grupo… si, has vuelto al punto de partida, mierda.
No busques más, no pierdas el tiempo, tan solo vas a conseguir frustrarte, por mucho que lo intentes los Chotazos, digo, Pelotazos, no consiguieron atravesar los Pirineos.
Gusanitos… fritos… doritos y un largo etcétera.
Señores de Matutano, por favor, hagan campaña con Mercadona y piensen que quizás con un poco de esfuerzo puedan hacer felices a muchos españoles que están más allá de sus dominios.

Maldita sea, después de esto me han entrado unas ganas horrorosas de comer cheetos pandilla… con lo ricos que están esos fantasmillas… ains!!!

Saludos!!
 

25 de abril de 2013

Caperucita Roja - Rotkäppchen

Erase una vez una niña tan dulce y cariñosa, que robaba los corazones de cuantos la veían; pero quien más la quería era su abuelita, a la que todo le parecía poco cuando se trataba de obsequiarla. Un día le regaló una caperucita de terciopelo colorado, y como le sentaba tan bien y la pequeña no quería llevar otra cosa, todo el mundo la llamaba «Caperucita Roja». Un día su madre le dijo:
- Mira, Caperucita, ahí tienes un pedazo de pastel y una botella de vino, llévaselos a la abuelita, que está enferma y delicada; le sentarán bien. Ponte en camino antes de que apriete el calor, y ve muy formalita, sin apartarte del sendero, no vayas a caerte y romper la botella, entonces la abuelita se quedaría sin nada. Y cuando entres en su cuarto no te olvides de decir «Buenos días», y no te entretengas en curiosear por los rincones.
- Lo haré todo como dices - contestó Caperucita, dando la mano a su madre. 

Pero es el caso que la abuelita vivía lejos, a media hora del pueblo, en medio del bosque, y cuando la niña entró en él se encontró con el lobo. Caperucita no se asustó al verlo, pues no sabía lo malo que era aquel animal.
- ¡Buenos días, Caperucita Roja!
- ¡Buenos días, lobo!
- ¿Adónde vas tan temprano, Caperucita?
- A casa de mi abuelita.
- ¿Y qué llevas en la cesta?
- Pastel y vino. Ayer amasamos, y le llevo a mi abuelita algo para que se reponga, pues está enferma y delicada.
- ¿Dónde vive tu abuelita?
- Bosque adentro, a un buen cuarto de hora todavía; su casa está junto a tres grandes robles, más arriba del seto de avellanos; de seguro que la conoces – le explicó Caperucita.
Pensó el lobo: «Esta rapazuela está gordita, es tierna y delicada, será un bocado sabroso, mejor que la vieja. Tendré que ingeniármelas para cogerlas a las dos». Y, después de continuar un rato al lado de la niña, le dijo:
- Caperucita, fíjate en las lindas flores que hay por aquí. ¿No te paras a mirarlas? ¿Y tampoco oyes cómo cantan los pajarillos? Andas distraída, como si fueses a la escuela, cuando es tan divertido pasearse por el bosque. 

Levantó Caperucita Roja los ojos, y, al ver bailotear los rayos del sol entre los árboles y todo el suelo cubierto de bellísimas flores, pensó: «Si le llevo a la abuelita un buen ramillete, le daré una alegría; es muy temprano aún, y tendré tiempo de llegar a la hora». Se apartó del camino para adentrarse en el bosque y se puso a coger flores. Y en cuanto cortaba una, ya le parecía que un poco más lejos asomaba otra más bonita aún, y, de esta manera penetraba cada vez más en la espesura, corriendo de un lado a otro.

Mientras tanto, el lobo se encaminó directamente a casa de la abuelita, y, al llegar, llamó a la puerta.
- ¿Quién va?
- Soy Caperucita Roja, que te trae pastel y vino. ¡Abre!
- ¡Abre el cerrojo! - gritó la abuelita - estoy muy débil y no puedo levantarme.
Descorrió el lobo el cerrojo, abrió la puerta, y la fiera, sin pronunciar una palabra, se encaminó al lecho de la abuela y la devoró de un bocado. Luego se vistió con su vestido, se puso su cofia, se metió en la cama y corrió las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita había estado cogiendo flores, y cuando tuvo un ramillete tan grande que ya no podía añadirle una flor más, se acordó de su abuelita y reemprendió presurosa el camino de su casa. Le extrañó ver la puerta abierta; cuando entró en la habitación experimentó una sensación rara, y pensó: «¡Dios mío, qué angustia siento! Y con lo bien que me encuentro siempre en casa de mi abuelita». Gritó:
- ¡Buenos días! - pero no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama, descorrió las cortinas y vio a la abuela, hundida la cofia de modo que le tapaba casi toda la cara y con un aspecto muy extraño.
- ¡Ay, abuelita! ¡Qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor.
- ¡Ay, abuelita, vaya manos tan grandes que tienes!
- Son para tocarte mejor.
- ¡Pero, abuelita! ¡Qué boca más terriblemente grande!
- ¡Es para tragarte mejor!
Y, diciendo esto, el lobo saltó de la cama y se tragó a la pobre Caperucita Roja. Cuando el mal bicho estuvo harto, se metió nuevamente en la cama y se quedó dormido, roncando ruidosamente.
He aquí que acertó a pasar por allí el cazador, el cual pensó. «¡Caramba, cómo ronca la anciana! ¡Voy a entrar, no fuera que le ocurriese algo!». Entró en el cuarto y, al acercarse a la cama, vio al lobo que dormía en ella.
- ¡Ajá! ¡Por fin te encuentro, viejo bribón! - exclamó - ¡No llevo poco tiempo buscándote!
Y se disponía ya a dispararle un tiro, cuando se le ocurrió que tal vez la fiera habría devorado a la abuelita y que quizás estuviese aún a tiempo de salvarla. Dejó, pues, la escopeta, y con unas tijeras se puso a abrir la barriga de la fiera dormida. A los primeros tijeretazos, vio brillar la caperucita roja y poco después saltó fuera la niña, exclamando: - ¡Ay, qué miedo he pasado! ¡Y qué oscuridad en el vientre del lobo!

A continuación salió también la abuelita, viva aún, aunque casi ahogada. Caperucita Roja corrió a buscar gruesas piedras, y con ellas llenaron la barriga del lobo. Éste, al despertarse, trató de escapar; pero las piedras pesaban tanto, que cayó al suelo muerto.

Los tres estaban la mar de contentos. El cazador despellejó al lobo y se marchó con la piel; la abuelita se comió el pastel, se bebió el vino que Caperucita le había traído y se sintió muy restablecida. Y, entretanto, la niña pensaba: «Nunca más, cuando vaya sola, me apartaré del camino desobedeciendo a mi madre».

Y cuentan que otro día que Caperucita llevó un asado a su anciana abuelita, un lobo intentó de nuevo desviarla de su camino. Mas la niña se guardó muy bien de hacerlo y siguió derechita, y luego contó a la abuela que se había encontrado con el lobo, el cual le había dado los buenos días, pero mirándola con unos ojos muy aviesos.
- A buen seguro que si no llegamos a estar en pleno camino, me devora.
- Ven - dijo la abuelita - cerraremos la puerta bien, para que no pueda entrar.
No tardó mucho tiempo en presentarse el muy bribonazo, gritando: - Ábreme, abuelita; soy Caperucita Roja, que te traigo asado.

Pero las dos se quedaron calladas, sin abrir. El lobo dio varias vueltas a la casa y, al fin se subió de un brinco al tejado, dispuesto a aguardar a que la niña saliese al anochecer, para volver a casa; entonces la seguiría disimuladamente y la devoraría en la oscuridad. Pero la abuelita le adivinó las intenciones. He aquí que delante de la casa había una gran artesa de piedra y la anciana dijo a la pequeña: - Coge el cubo, Caperucita; ayer cocí salchichas, ve a verter el agua en que las cocí.
Así lo hizo Caperucita, y repitió el viaje hasta que la artesa, estuvo llena. El olor de las salchichas subió hasta el olfato del lobo, que se puso a husmear y a mirar abajo hasta que al fin, alargó tanto el cuello, que perdió el equilibrio, resbaló del tejado, cayó de lleno en la gran artesa, y se ahogó. Caperucita se volvió tranquilamente a casita sin que nadie le tocase ni un pelo.





¿Qué os parece? Este cuento, al no tener una versión Disney no ha sido tan distorsionado. Aunque yo personalmente no conocía ese final de la historia. Nunca escuché sobre un segundo lobo.
Pero es un cuento un tanto retorcido, ¿no os parece? “Los tres estaban la mar de contentos.” De que el lobo hubiese muerto de tal manera… pero vamos, vaya lobo estúpido, que no se despierta mientras le rajan la tripa.
Y por otro lado, lobos que se caen de los tejados. No sé yo…
¿Qué moraleja creéis que enseña este cuanto? A mi solo se me ocurre que a grandes males, grandes remedios… a parte de el hecho de que Caperucita no se deje engatusar una segunda vez, no le veo una gran moraleja educativa a este cuento.

Caperucita Roja - Rotkäppchen, es el cuento número 26 del libro "Cuentos de la infancia y del hogar" escrito por los hermanos Grimm.
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Extraño, ¿verdad? No recordabas el cuento así, la versión que a ti te contaban cuando eras pequeño no se parece mucho a esto que acabas de leer... Pero he aquí, el cuento original escrito por los hermanos Grimm. Y lo mejor de todo es que este no es el único raro, la gran mayoría de las historias que conocemos son diferentes a los originales.

¿Quieres leer los cuentos originales de los hermanos Grimm? Pincha aquí, toma asiento y déjate sorprender.


Saludos!!

24 de abril de 2013

De timbres y carteros

Aquellos que viváis o hayáis estado en Alemania, os habréis dado cuenta de lo peculiares que son los telefonillos en este país. Bueno, no todos, solo aquellos que están en los edificios más o menos antiguos.
Para los que no sepáis a lo que me refiero, dejadme explicarme.

En un porcentaje muy elevado, los telefonillos de las casas se componen únicamente del timbre. Abajo tan solo aparece el nombre de quien habita en el domicilio, y en el piso el típico “teléfono” con un botón para abrir la puerta, queda reducido tan solo al botón, que en muchas ocasiones no se diferencia en nada a un interruptor normal para encender la luz.
Así que claro, cuando alguien llama a la casa no te queda otra más que abrir y esperar a que el llamador sea un invitado deseado.
Pero eso, por lo general no es un problema, el que tiene el marrón es el cartero. Porque aquí la dirección de los pisos se queda en calle y número, el piso y la letra forman parte de un juego de adivinación.
Por lo que ahí tenéis al cartero, que tiene que entregar un paquete a, pongamos un nombre alemán del todo inventado, Thomas Müller. Los únicos datos que posee el cartero es que Herr Müller vive en la calle München número 24 y ahí se acaba todo. Llama al portero, le abren y ahora?? A que piso tiene que subir? En cuál de todas las puertas vive Herr Müller? porque para que poner el nombre de quien vive en cada casa… ni letra, ni piso, ni nombre, ni nada, a la aventura. Así que ya veis a los carteros gritando por el hueco de la escalera para averiguar hasta donde tiene que ir.
Para que luego digan que los españoles somos los que gritamos.

Imagino que esto será una de esas cosas que vienen con la costumbre y si siempre lo han hecho así estarán acostumbrados a ello, pero eso no quita que a mí me choque. Sobre todo cada vez que tengo que poner mi dirección en algún documento, siempre tengo la sensación de que me quedo a medias.

Ya que estamos con la entrega de cartas y paquetes, que ocurre en Alemania cuando el cartero llega a tu casa y no hay nadie? Se vuelve con las mismas? En España si, por aquí no, aquí llama a tu vecino y si él está se lo dejan a él. Luego te dejan un papelito en el buzón donde pone quien tiene tu paquete.
Herr Müller tiene en su casa la caja que te ha enviado tu madre con chorizos y jamón, estás deseando ir a rescatarla, pero… donde vive Herr Müller?? Es el vecino del 4º? El del 6º? O quizás es el viejecillo del 1º? Solo hay una forma de averiguarlo, y empiezas a llamar a todos los timbres.
Por suerte en algunas casas sí que tienen el nombre del inquilino en la puerta, gente con suerte, porque lo que se dice yo, tengo un timbre hermosísimo blanco resplandeciente.

Otra posibilidad es que no haya nadie en todo el edificio, con lo que el paquete no queda al resguardo de ningún vecino. Si hay una tienda al lado de tu casa, no importa que sea, un kiosco, una zapatería o un videoclub el cartero lo dejará allí, con el correspondiente papelito en tu buzón. Pero! Si los buzones están dentro del portal y no ha podido entrar al mismo, el papel quedará pegado a la puerta de la calle, con un poquejo de celo, a la vista y alcance de todo transeúnte.

Y sabéis que hay que hacer para llevarte los chorizos y el jamón? Ir al sitio que está escrito en el papel, decirles que tienen un paquete para ti y cogerlo. Listo. Nadie te pregunta quien eres o te piden algún tipo de documentación para comprobar, que de hecho el paquete va para ti. Se da por supuesto que nadie va a coger algo que no es suyo, no?? Bendita Alemania y su educación.
Esta práctica en España significaría el fin de SEUR y el secuestro de una cantidad ingente de paquetes descarriados.

La última opción. Si no hay nadie en el edificio y tampoco existe una tienda al lado de tu casa, es en esa situación cuando el paquete es llevado de vuelta a correos, donde esperará con paciencia su rescate. Aunque imagino que aquí ya si que se necesitará algún tipo de documentación para poder llevártelo.

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Si quieres informarte más sobre Alemania, como es la vida en este país o que es lo que se necesita para emigrar aquí pincha en este enlace: Emigrar a Alemania, seguro que encuentras algo que te pueda interesar.

Un saludo!!

23 de abril de 2013

Día Internacional del Libro

Un gran día el de hoy ¿no os parece? Nunca me gustaron los días de… y orgullo de… me parecen días innecesarios pues voy a seguir queriendo a mi padre igual, sea o no sea el día de San José y seré siendo un tanto friki, pero solo un poco, sea día del orgullo o no.
Pero el día de hoy es un tanto especial. Pues no se celebra la identidad de nadie, sino que se rinde homenaje a uno de los objetos más comunes en las casas, pero que no todo el mundo ve de la misma manera.
Los libros, esos amigos, compañeros de viaje, que nunca te dejan tirados, con los que puedes pasar grandes momentos, reír, llorar y frustrarte, a la vez que maldices al autor por tal osadía.
En realidad este día no es solo el Día Internacional del libro, es a su vez el Día de los derechos de autor, así que mis felicitaciones a la SGAE y la GEMA, la cual, para desgracia de muchos, tiene capados la mayoría de los videos de You Tube en Alemania. Como odio el dichoso mensajito.


Pues eso, felicidades… 
Esperad, ¿como era? ¡A si! Le agradecemos su trabajo.

El 23 de abril, fue el día elegido por la Unión Internacional de Editores como Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, ya que se corresponde con el fallecimiento de grandes escritores, Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. Aunque en la realidad no fue del todo así, pues Cervantes murió el día 22 y se le enterró el 23. Por su parte Shakespeare si que murió el 23 de abril, pero del calendario juliano, que se corresponde al 3 de mayo de nuestro calendario… simples detalles…

No tengo ni idea de cuál será el porcentaje de lectores alemanes, ni sé si en España se lee más o no, lo que si sé es que aquí en Colonia hay un librería gigantesca, tienen de todo. Se llama Mayersche y está en pleno centro de la ciudad.
Es un edificio bastante grande donde puedes encontrar todo tipo de libros, con por supuesto, rincón para los cómics y mangas.
Lo que más me gusta, a parte de la gran variedad, es el ambiente que hay. Puedes encontrar sillones y mesas, tipo biblioteca, la gente se coge un libro y allí se pasan las horas, leyendo… lo que ya no sé es si el libro es suyo o no. Pero la mesa que hay en la sección de literatura fantástica siempre está llena de gente, algunas veces son personajillos de lo más peculiares, pero decirlo de alguna forma…


"Un mago nunca llega tarde ni pronto, llega justo cuando se lo propone." Gandalf el Gris.
Esta foto la hice cuando salió la peli de El Hobbit, allá por diciembre.


Mi iniciación en el mundo de la lectura llegó con ese gafotas cararrajada… No sé exactamente cuántos años tendría, imagino que 11 ó 12, fue en esa época en la que Harry Potter empezó a hacerse famoso y mi madre me trajo el primer libro. Mi primer pensamiento fue “Harry Potter y la piedra filosofal ¿Pero qué es esto?” acompañado de una mueca digna de un Malfoy. Sin saber por qué, empecé a leerlo… y ya no pude parar. Leí todos los que habían salido hasta el momento, luego seguí con El Hobbit, y por consiguiente, El señor de los anillos, Sinuhé el Egipcio, El Médico y Los Pilares de la Tierra

¡¡Mil gracias mamá por ese primer Harry!! Desde entonces me he leído muchísimos libros, algunos me han gustado más que otros, pero Harry siempre será especial para mí.
De hecho, ahora mismo estoy leyéndolos en alemán, y me están gustando tanto como hace 12 años, cuando los leí por primera vez.
Siempre que voy a Mayersche me embobo con los libros de literatura fantástica y es que no veo el momento de comprar Canción de Hielo y Fuego, partidos en tropecientas mil partes, Crónica de un asesino de Reyes, El Señor de los anillos, o libros que aún no me he leído. 


Volviendo a Alemania. Por aquí podemos encontrar en algunas ciudades pequeñas bibliotecas ubicadas en los lugares más inesperados. Sitios en los que puedes coger el libro que quieras, sin pagar, fichar o demás y como buena gente que son, luego esos libros se devuelven para que otra persona pueda disfrutarlos. Son unos armarios y se llaman Offener Bücherschrank, se puede buscar en Internet donde hay alguno en la ciudad en la que vives.
Los libros no están destrozados, se les ve usados, y viejos, con la experiencia de haber pasado por muchas manos, pero no tienen pintarrajos ni les faltan hojas. Toda una muestra de civilización. Esta es una de las cosas que más me gusta de Alemania, son gente, que por lo general respetan las cosas.

 Encontrado en Münster.



Este me encantó, lo vi en Euskirchen. Cuando llegamos allí había varias personas haciendo cola para coger y dejar libros.



Este estaba en Düsseldorf. Tiene la vitrina porque estaba a la intemperie, sin ningún tejado, además se encuentra justo al lado del río. Pero los cristales no tienen cerrojo, así que se pueden abrir sin problema.


¿Habéis visto alguno de estos sitios en España? ¿Hojeasteis algún libro? ¿Cuál es vuestra experiencia?
¿Cuál fue el primer libro que leísteis? ¿Y el que menos os gustó? ¿Habéis leído algún libro más de una vez? 
En mi caso ya sabéis, el primero fue Harry Potter y la piedra filosofal.
El libro que menos me gustó fue El señor de las moscas. Que horror, me costó muchísimo acabarlo.
Me he leído varios libros más de una vez, pero sobre todo los de Harry, no puedo decir un número, pues han sido demasiadas veces.

Saludos!!

22 de abril de 2013

Conviviendo con alemanes - Parte III

Hacía ya un tiempo que no escribía nada sobre la compañera de piso de mi amiga, y es que sus extravagancias se han mantenido a raya, o a lo mejor debe de ser que ya me he acostumbrado y mi tolerancia ha ascendido muchos escalones. Pero está claro que una es como es y de vez en cuando tiene que saltar.

Aquí están las anteriores entregas de esta saga:


Conviviendo con alemanes - Parte I 
Regalos indeseados 
Conviviendo con alemanes - Parte II 



Esta vez todo comenzó cuando la pequeña china se marchó de vacaciones, con la idea de pasar unos días tranquilos en Italia, sin el agobio de la rutina teutona ni las idas de cabeza de su compañera, que comenzaba a mostrar signos de un retorno locuresco más ojcuro que nunca. Así que antes de que la tormenta llegara decidió marcharse, lo que no tuvo en cuenta es que en la época actual en la que vivimos no importa lo lejos que estés de alguien, siempre encontrará una manera de dar contigo.
No había ni salido del aeropuerto, ya en tierras italianas, cuando recibió un mensaje...

"Querida CC. La tubería del fregadero se ha roto y sale agua. Tienes que venir y contactar una cita con el fontanero."

Resulta que no había avisado de su repentina fuga, para evitar de hecho esta situación, pero Murphy siempre aparece cuando menos se le necesita.
Así que le respondió que lamentablemente estaba fuera del país, y que volvería en una semana, más o menos.

Y se lió la de San Quintín.

Suena el teléfono... es ella... le está llamando...

- ¿Como que estás en Italia?
- ¡Hola Sabrina! ¿qué tal? Pues sí, estoy en Italia, me vine esta mañana.
- No me has dicho nada.
- Ya, lo sé, es que fue todo tan rápido que no me dio tiempo a avisarte [te va a crecer la nariz...]
- Yo siempre te digo cuando me voy, te dejo una nota en la cocina. [Si, esas notas famosas que me desesperan]
- Tenía pensado mandarte un mensaje en un rato, ahora mismo sigo en el aeropuerto.
- ¿Cuando vuelves?
- La semana que viene.
- Ya, pero que día.
- No lo sé todavía. Quizás el martes.
- Por la mañana o por la tarde.
- Ehhh... no lo sé, ya te he dicho que aún no se cuando vuelvo.
- No te puedes quedar tanto tiempo.
- ¿Por qué no?
- El fregadero está roto.
- Ya lo sé. Pero estoy en Italia.
- Alguien tiene que estar aquí cuando venga el fontanero pasado mañana.
- ¿Y no estás tú allí?
- Si, pero yo no puedo quedarme.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- ...
- Si no puedes venir, le he dado tu número al fontanero, el te llamará para que pongáis una fecha.
- ¿Le has dado mi número?
- Sí, bueno. Adiós.

Y cortó, sin más despedidas ni explicaciones.
El fontanero llamó, pero ella no oyó el móvil sonar y entonces...

- El fontanero me ha llamado, dice que no le has cogido el teléfono. Te dije que te llamaría.
- Lo sé, no me ha dado tiempo.
- Dice que te llamará más tarde. Cógeselo. Adiós.

Tum tum tum

Volvió a cortar sin más que decir.
El buen hombre volvió a llamar, pero de nuevo, no escuchó el móvil (en su defensa diré que el móvil es más o menos prehistórico, y suena cuando quiere, una vez de cada siete).

- Dice que no has vuelto a cogérselo. He hablado con él, y he quedado en que estarías aquí el viernes.
- ¿Qué? ya te dije que no volvía hasta la semana que viene.
- Bueno, pues entonces llámalo tú y queda con él.

Esta vez se fue sin más.
Llamó al fontanero, pero era una empresa grande y al no saber el nombre del hombre nadie pudo darle el teléfono...

- ¿Cuando viene?
- No he conseguido hablar con él.
- Bueno, da igual, un amigo va a venir a arreglarlo.
- Bien.
- ¿Cuando vuelves?
- Me parece que o el lunes por la tarde o el martes a medio día.
- Vale, nos vemos.

Al final fue el martes por la tarde y cuando llegó se encontró con un orco como compañera de piso.

- Me dijiste que venías ayer!!
- No... te dije que ayer u hoy.
- Tienes que avisarme de cuando vienes!!
- ¿Pero qué más dará?
- Tienes que decírmelo!!

¿Por qué estaba tan obsesionada? me temo que nunca lo sabremos, pero esa feroz manía de tener el control sobre todo no acaba aquí, no, eso no acaba más que de comenzar.

Continuará...

Un saludo!!